Fatigados de andar por los caminos
tres viajeros amables y sonrientes,
van dejando en las casas los presentes
de madera, metal y cristalinos.
Son los reyes, solemnes peregrinos,
quienes brindan felices y vehementes,
la bondad a los dulces inocentes
con regalos hermosos y divinos.
Y los pobres y ricos pequeñuelos,
abandonan su lecho el “seis de enero”
para buscar con júbilos y anhelos,
el juguete bonito y placentero
que desciende anualmente de los cielos,
perfumado por hondo pebetero.